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El Monstruo Urbano que Desafió al Absolutismo

Durante el siglo XVII, Europa presenció el auge de las monarquías absolutistas; donde el poder se concentraba en la figura del monarca, que intervenía en decisiones urbanas, administrativas y militares; y la concepción de la "ciudad ideal" como un reflejo del poder estatal. Este modelo era impulsado por la figura política dominante, que definía el emplazamiento, la estructura de las calles, la ubicación de edificios estatales y las jerarquías espaciales. La ciudad se concebía como reflejo del poder central, de la estabilidad interna y del control sobre el territorio. Grandes capitales continentales, como el París de Luis XIV o las visiones de arquitectos como Vincenzo Scamozzi, buscaban la simetría, el orden y la centralización como expresión del control monárquico sobre el territorio y la sociedad. Sin embargo, Londres, a pesar de su creciente importancia global, siguió un camino marcadamente distinto. Lejos de la planificación impuesta por la corona, la capital inglesa se desarrolló como un "monstruo" urbano en constante expansión, impulsado por fuerzas económicas y sociales que superaron cualquier intento de ordenamiento centralizado.

 

Este trabajo analizará cómo, entre 1600 y 1800, Londres consolidó su posición como una potencia mundial, no a través de un diseño premeditado o la imposición de una "ciudad ideal" desde arriba, sino mediante un urbanismo que creció desde sus cimientos. Exploraremos cómo el Gran Incendio de 1666, lejos de ser el catalizador para un nuevo orden impuesto por el Estado, se convirtió en la prueba de fuego de esta resiliencia propia. Argumentaremos que la reconstrucción y el posterior crecimiento de Londres fueron el resultado de la fuerza incontenible de la iniciativa privada, el predominio del comercio, la protección de la propiedad individual y la capacidad de adaptación de una sociedad centrada en lo práctico, que priorizó la funcionalidad y la reactivación económica por encima de cualquier visión estética o de control monárquico. Londres emergió de las cenizas no como una joya planificada, sino como el máximo ejemplo de un crecimiento impulsado por la acción individual, el comercio y la adaptación constante, una anomalía exitosa en un continente obsesionado con el orden impuesto.
 

Esta imágen de Londres previo al incendio muestra un trazado denso y orgánico, producto de siglos de crecimiento natural y la intensa vida comercial. Lejos de cualquier planificación centralizada, la ciudad ya operaba bajo su propia lógica, donde las calles reflejaban las dinámicas económicas y sociales de sus habitantes.

Sofía Parisi- Juliana Pueblas - Teo D'alvia - Giuliana Cassi - Sofía Fernandez De Cicco

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